20050517

síndrome de abstinencia

llego al departamento y saludo a la bruja. me doy cuenta de que está furiosa y le pregunto:
-- qué te pasa, ahora?
-- nada.
-- dónde está la luciérnaga?
-- escondida por ahí, no sé.
-- escondida? por qué? qué hizo? qué hiciste?
-- en la mañana se encerró en el baño. los minutos pasaban y ella no salía. se me hizo sospechoso. le toqué y desde dentro me gritó que la dejara en paz. yo estaba intranquila. un rato después ya desesperada forcé la puerta...
-- y? [pregunto yo intrigada]
-- la encontré sentada en la taza chupando... no, chupando no... mordisqueando mi premio nobel. salió disparada y se escondió no sé dónde. [guarda silencio un momento y me dice estremecida] aún lo tiene.
yo suelto una carcajada y llamo a la luciérnaga:
-- lulú!
entra con el premio nobel escondido bajo la blusa.
-- qué? [fingiendo una inocencia que más le valdría un óscar que un nobel]
me gana un poco la risa, pero le digo con firmeza:
-- por qué andas mordisqueando nuestro premio nobel?
-- no, yo no lo ando mordisqueando.
-- claro que sí [interrumpe la bruja]
la luciérnaga guarda silencio. está a punto de llorar, me mira y dice:
-- tú, tú tienes la culpa!
-- yo? y yo por qué?
-- para qué dejaste de fumar?
la luciérnaga corre hacia a mí hecha ya un mar de lágrimas y me abraza con urgencia.
le digo a la bruja:
-- no seas así, préstaselo.
la bruja me mira indignada:
-- están locas las dos. no, dile que me lo regrese.
yo no sé qué hacer. me detengo a pensarlo y la luciérnaga se sienta a sollozar en una silla. la bruja aprovecha el momento y le arrebata el premio nobel. corre por su escoba y sale al balcón. la vemos alejarse volando. la luciérnaga reacciona. se levanta y va rápidamente al closet donde guarda sus alas. se las pone. sale al balcón y se echa a volar tras la bruja.
también yo salgo al balcón y las veo persiguiéndose en lo alto del cielo. se gritan. se insultan. son más hábiles cuando el odio se apodera de ellas.
de repente empieza llover. en menos de un segundo una tormenta azota la ciudad. no pueden continuar la persecusión. regresan y entran al departamento escurriendo. tomo yo el premio nobel y lo guardo. ahora debo secarlas a ambas.

1 comentario:

Agustín García Delgado dijo...

Cuando te pegue la patada del tabaco ausente así, tan fuerte, mejor dale unas chupaditas al farito al alitas, ¿no?