20060220

villahermosa

llegamos al aeropuerto con tiempo de sobra. nos formamos la bruja y yo en el mostrador de la aerolínea para recoger el pase de abordar. me entregan a mí el mío, pero la bruja tiene problemas. la señorita de la aerolínea le dice: el boleto se expidió a nombre de la Bruja Mala del Este y en su identificación veo que usted es la Bruja Mala del Oeste...
-- sí, se trata de un error
-- pero es que son dos pasajeras distintas, no puedo darle el pase
-- le juro que se trata de un error, el boleto es mío
-- lo siento, nada podemos hacer
la bruja me mira furiosa. yo intervengo, explico: la Bruja Mala del Este está muerta, murió aplastada por una casa, es del dominio público, señorita, sea razonable. de nada sirve. la bruja se queda y yo tomo el avión sola.
a veces, en ciertos vuelos, me duelen mucho los oídos al momento del descenso; no sé bien si depende de la altitud, de la velocidad del descenso, del tamaño del avión. el punto es que a veces me retuerzo del dolor. aterrizaríamos a nivel del mar. los oídos casi me estallan. bajo, casi sorda. escucho todos los sonidos como si vinieran de otra habitación.
me subo a la van, me dan la bienvenida. nadie pregunta por la bruja, pero igual les cuento. son las 21:00 horas y me llevan a un lugar donde se está llevando a cabo una lectura en voz alta de la poesía amorosa de pellicer. ah, aquí celebran el catorce de febrero leyendo poesía homoerótica. nada mal, aunque el vino está fatal. saliendo de ahí me subo a un autobús en cuyo interior hay un chofer, una burócrata y alrededor de veinticinco poetas. me subo esperando que no se note que yo no lo soy, que la bruja no pudo abordar, que vengo casi sorda, que no conozco a nadie.
al otro día desayuno sola. luego me presentan a algunos de los poetas asistentes. me hacen preguntas, contesto, comienzo a disfrutar la visita.
el jueves nos llevan a todos a comer a bordo de un barco y mientras comemos navegamos por el grijalva. tomo muchas fotos. casi todo llama mi atención: la gente a bordo, los árboles en la orilla, el ruido del motor.
el viernes voy a otras lecturas de poesía y me entrevistan para la televisión brasileña pues piensan que soy la Bruja Mala del Oeste. no los desengaño. tengo ganas de que me entrevisten. a la hora de la cena alguien afirma que lo importante no es investigar "la cosa en sí", sino el "en sí de la cosa". me voy a dormir pensando que estoy a años luz de entender semejantes ideas y que por lo pronto me conformo con llamarlas estupideces.
al día siguiente nos llevan a todos a comalcalco. disfruto cada paso que doy, cada cosa que veo entre un parpadeo y otro. recorremos el lugar hasta llegar a una edificación construida alrededor del año 300 a.c. sobre un monte. yo supongo que hasta ahí llega nuestro recorrido y que ahora sólo nos resta regresar por donde vinimos. antes de bajar el monte, rodeo la edificación. entonces veo a ld v caminando a lo lejos por la cima de otro monte, en un punto todavía más elevado que el que ocupamos el resto de nosotros. su andar es desenfadado y casi alegre. ¿cómo llegó ahí? yo miro a ambos lados buscando la vía de ascenso, pero simplemente no logro ver por donde subió. en ese momento recuerdo que hoy cumple años, ochenta y un años.
después nos llevan a la desembocadura de un río. abordamos una lancha y ésta nos lleva al límite donde el río termina y el mar comienza. el meneo de la lancha cambia sutil, pero decisivamente cuando cruzamos la línea divisoria. casi inmediatamente después damos vuelta y regresamos a la orilla a tomar cerveza y comer mariscos. el autobús nos lleva de regreso al hotel y yo me voy platicando con lvr y ln, después con pbl.
más tarde ese mismo día me llevan al aeropuerto a tomar el avión de regreso. mi maleta pesa más ahora que cuando llegué.

20060211

no sé qué pasa

no sé qué pasa que cada que recuerdo la primera vez que me abrazaste me dan ganas de abazarte otra vez

otras mil veces

cada vez que lo recuerdo el universo al menos por un segundo pareciera tener un núcleo

uno sólo

claro que después la realidad se desquita y me regresa a ese lugar indiferenciado, microscópico y marginal al que pertenezco

pero sonriente regreso